Cuando los primeros navegantes llegaron a Polinesia descubrieron un pueblo que vivía de forma muy sencilla en contacto con la naturaleza y que no conocía ni la arcilla ni el metal. Cocinaban en el tradicional ahima’a, horno excavado en la tierra y con piedras calientes.
Los pueblos polinésicos desconocían las artes del hilado y el tejido, hacían sus ropas y sábanas con la suave corteza interior de plantas tropicales, cuyas fibras eran batidas y encoladas hasta obtener una pieza rectangular parecida al papel grueso. Las casas tradicionales se construían con muros de caña de bambú y un tejado de hojas de pándano o palmera.
● Las danzas. A los polinesios les encanta reunirse en grupo para cantar, reír y bailar. En las festividades indígenas la mítica vahine, la típica muchacha de mirada intensa y largos cabellos negros, danza al son del tamure (danza tradicional) o la kaina porinetia (música contemporánea polinesia) contoneando su cuerpo de manera frenética y provocativa. Estos bailes no fueron bien vistos por los primeros exploradores, que los prohibieron, aunque siguieron celebrándose de forma clandestina. Hasta 1950 no se retomó la práctica de estas danzas de manera habitual.
● Manifestaciones artísticas. Los colonizadores destruyeron gran parte de la cultura tradicional. Se mantuvieron los tejidos de pandanos (arboles muy grandes que se encuentran a la orilla del mar) que se utilizaban para la fabricación de bolsas, manteles y sombreros. También las piezas con tapa, producida al golpear la corteza del árbol hasta hacerla fina como el papel, de la que nació el pareo, fresco, cómodo, decorados con diferentes diseños y con múltiples usos. Las tifaifai son colchas de colores brillantes que se utilizan como regalo de bienvenida o regalo de bodas. Destaca también el monoï, una mezcla de aceite de coco perfumado con fragancia de flores.
El Festival de Heiva en Papeete es el mayor festival cultural de la Polinesia francesa, y agrupa competiciones de cantos y danzas, así como competiciones deportivas y artesanales.
● Paul Gauguin. Paul Gauguin llegó a Papeete en 1891 con la intención de pintar los suficientes cuadros para la exposición que tenía que realizar a su vuelta a París. Pensó que era más interesante mezclarse con la población local que con sus compatriotas, y se trasladó a vivir a una choza tipo tahitiano lejos del barullo de la capital. Pasó a formar parte de la vida cotidiana del pueblo y se enamoró de una nativa llamada Teha´amana de sólo 13 años de edad. La tomó por esposa y vivió a su lado el año más feliz de su estancia en la isla.
En 1893 regresó a Francia con 66 pinturas que no fueron reconocidas y su exposición fue un fracaso. Regresó a Tahití y en 1901 recibió una carta de un marchante de París que le ofrecía un sueldo a cambio de toda la obra que produjera. Más tarde se trasladó a las Islas Marquesas, se construyó una magnífica casa y se casó con una joven de 14 años, dedicando el resto de sus días a una vida de lujo y placer.